Comienza un nuevo curso escolar, me encuentro inmerso en la confección definitiva (¿o casi?) de mi autobiografía poética, y me viene a la memoria uno de los poemas fundacionales de mi sensibilidad lírica. El maestro Antonio Colinas nos brindó, por 1979, esta maravilla.
COMO LAS LLAMAS DE LAS LUCERNAS ANTIGUAS
Como las llamas de las lucernas antiguas
se
encienden a lo lejos, sobre el mar, los humildes
faroles
de las barcas.
Tu
flauta abre el corazón de la noche en la isla.
Su
sonido, enajenado y pleno, derrota las palabras,
asciende
con la yerba a las cinturas.
Si
de espaldas al mar vagamos por los campos,
tu
flauta acrecienta en nuestra sangre
el
poderoso curso de las lunas;
es
su sonido una robusta lanza
que
atraviesa el cadáver de la Sombra.
En
los muñones de los sarmientos,
en
los candelabros torturados de las higueras,
en
las llagas abiertas de los hombres,
posan
su alivio y pasan
entrelazadas
noche y melodía.
Y
una ansiedad y una pasión que vienen
de
otros tiempos, descubren ojos tras las cancelas,
sonrisas
en los labios demudados,
creencias
en los mitos del amor y la guerra,
primitivos
ensueños que agiganta a lo lejos,
un
instante,
el
asesino ojo de los faros
y
que el inmenso espacio repleto de agua negra
devora.
Antonio Colinas
(León, 1946)
Astrolabio (Ed. Visor, 1979)
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