domingo, 17 de septiembre de 2017

COMO LAS LLAMAS DE LAS LUCERNAS ANTIGUAS

Comienza un nuevo curso escolar, me encuentro inmerso en la confección definitiva (¿o casi?) de mi autobiografía poética, y me viene a la memoria uno de los poemas fundacionales de mi sensibilidad lírica. El maestro Antonio Colinas nos brindó, por 1979, esta maravilla.



COMO LAS LLAMAS DE LAS LUCERNAS ANTIGUAS

Como las llamas de las lucernas antiguas
se encienden a lo lejos, sobre el mar, los humildes
faroles de las barcas.
Tu flauta abre el corazón de la noche en la isla.
Su sonido, enajenado y pleno, derrota las palabras,
asciende con la yerba a las cinturas.
Si de espaldas al mar vagamos por los campos,
tu flauta acrecienta en nuestra sangre
el poderoso curso de las lunas;
es su sonido una robusta lanza
que atraviesa el cadáver de la Sombra.

En los muñones de los sarmientos,
en los candelabros torturados de las higueras,
en las llagas abiertas de los hombres,
posan su alivio y pasan
entrelazadas noche y melodía.
Y una ansiedad y una pasión que vienen
de otros tiempos, descubren ojos tras las cancelas,
sonrisas en los labios demudados,
creencias en los mitos del amor y la guerra,
primitivos ensueños que agiganta a lo lejos,
un instante,
el asesino ojo de los faros
y que el inmenso espacio repleto de agua negra
devora.

Antonio Colinas
(León, 1946)

Astrolabio (Ed. Visor, 1979)

sábado, 29 de julio de 2017

Esa ausencia infinita (Poema)



ESA AUSENCIA INFINITA


Esa ausencia infinita
marcada por el silencio,
que se repliega y esconde
en las cosas,
en las formas,
que ya no puedes tocar.

Objetos huérfanos,
que te extrañan
abandonados a su suerte,
y nos miran
desde una distancia
insalvable.

Herramientas impregnadas
de ti,
que te añoran
y nos dicen,
con el silencio de las formas,
que ya no estás,
que te fuiste
para dejarnos solos
y hacernos sentir
que sin tu presencia
esos objetos carecen
de vida y de sentido.

jueves, 27 de julio de 2017

Esa ausencia infinita (Intro)

Entro en la que fue cocina de mi madre hasta hace casi trece años ya, y la presencia de objetos que ella manipuló durante lustros me impele a dialogar con ellos, con una sensación entre desesperanzada y dulcemente melancólica.